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Baquero-Morales, V. A., Gómez-Carrero, L. F., Roque-Rodríguez, A. I., & Pedraza-Castillo, L. N.
Vol 14 No. 2 - e-1034 junio diciembre 2023.
DOI: hps://doi.org/10.22579/22484817.1034
Introducción
Las anomalías de la uretra canina son de baja in-
cidencia y pueden tener causas congénitas o ad-
quiridas. Las malformaciones congénitas, ocurren
como consecuencia de defectos que alteran los
mecanismos biológicos del desarrollo embriona-
rio. Su etiología es variada, asociada a factores
ambientales, genéticos y de orden multifactorial.
En perros, las cirugías del sistema urogenital son
las más frecuentes, por ello, se debe tener en con-
sideración la existencia de patologías congénitas
que lo afectan y cuya corrección es quirúrgica. El
prolapso uretral en perros es una condición fisio-
patológica de la que no se conoce con exactitud el
origen, pero se ha relacionado con factores como
la predisposición genética, la masturbación y la ex-
citación sexual excesiva, las infecciones del tracto
genitourinario, los cálculos uretrales y traumas
(Hobson & Heller, 1971; Sinibaldi & Green, 1973).
El aumento de la presión abdominal, secundaria
a la obstrucción crónica de las vías respiratorias
superiores, también puede contribuir a la manifes-
tación del prolapso en perros de razas braquioce-
fálicas; esta condición se ha observado con mayor
frecuencia en perros machos jóvenes, pero se ha
considerado poco frecuente, a raíz de mayor nú-
mero de informes de razas braquiocefálicas que la
han presentado como el Bulldog Ingles y el Boston
Terrier (Hobson & Heller, 1971; Smith, 1998; Fossum,
2002; Kirsch et al., 2002) El prolapso uretral en pe-
rros es una afección caracterizada por la protube-
rancia de la mucosa uretral distal más allá del orifi-
cio externo de la uretra, ubicada en el extremo del
pene, que muestra una masa redonda edematosa y
congestionada, que varía de rojo a púrpura oscuro
(Fossum, 2002; Papazoglou & Kazakos, 2002).
Los signos clínicos que se presentan son deriva-
dos de la lesión que caracteriza el prolapso, y la
protuberancia suele ser edematosa, congestio-
nada, incluso necrosada. Este cuadro puede ir
acompañado de hemorragia prepucial, malestar,
estrangulamiento y excesivo lamido del extremo
distal del pene, aunque no todos estos signos se
manifiestan simultáneamente. El sangrado puede
ser intermitente y se intensifica cuando el animal
orina, se excita o lame el extremo del pene (Vannini
& Birchard, 2005).
Los perros que presentan sangrado crónico o in-
termitente, pueden manifestar signos de anemia
(Mcdonald, 1989; Lulich et al., 1997; Fossum, 2002;
Papazoglou & Kazakos, 2002). El diagnóstico clí-
nico del prolapso uretral canino es confirmado a
través de la visualización directa de la protube-
rancia de la mucosa, observada a través de la exte-
riorización del prepucio del pene. El anillo carnoso
encontrado en el extremo del pene, es un factor
patognomónico de la condición, se hace visible
cuando se desplaza el orificio prepucial (Fossum,
2002; Papazoglou & Kazakos, 2002). El prolapso
uretral debe diferenciarse de otras causas de san-
grado prepucial, exteriorizando el pene y exami-
nando el orificio uretral. Al sangrado prepucial y/o
hematuria se asocian también uretritis, fracturas
del hueso peneano, cálculos uretrales y constric-
ción uretral, otras causas posibles de sangrado
peneano, incluyen neoplasias prepuciales, penea-
nas o uretrales y lesiones prostáticas, lesión trau-
mática y estenosis uretral (Risco & Ferrer, 2007).
Teniendo en cuenta la no recuperación espontá-
nea del prolapso uretral, el tratamiento para su
corrección depende de la viabilidad y las dimen-
siones de la porción sobresaliente (Fossum, 2002;
Kirsch et al., 2002; Papazoglou & Kazakos, 2002).
Según Root Kustritz (2001), las uretras prolapsa-
das se pueden tratar mediante la resección del te-
jido prolapsado o la realización de una Uretropexia
(Kirsch et al., 2002). También se ha recomendado
la orquiectomía bilateral en animales no castrados
con prolapso uretral, ya que la excitación sexual y
la erección contribuyen negativamente a la recu-
rrencia de la protuberancia (Fossum, 2002; Bjor-
ling, 2003). Las complicaciones postoperatorias
pueden ocurrir en pacientes sometidos a trata-
miento quirúrgico, observándose generalmente:
edema de la región manipulada y sangrado asocia-
do a la micción o la excitación, que puede durar de
2 a 14 días después de la cirugía (Hobson & Heller,
1971; Sinibaldi & Green, 1973).